sábado, 18 de julio de 2009

...de regresos...

No creo en los regresos espectaculares, ni en las vueltas repentinas del destino, quizá mi pesimismo, mi falta de apetito, sé de las consecuencias y he de aceptarlas. De las ruinas es difícil ya sacar algo, aun así en ocasiones es posible desearlo aunque sea la frustración lo que al final prevalezca, la que bien describe Albert Camus, en el monólogo interior de Meursault antes de ser ejecutado.

“Lo que ahora me interesa es escapar a la mecánica, saber si lo inevitable puede tener una salida” “… no sé cuántas veces me he preguntado si había ejemplos de condenados a muerte que hubiesen escapado al mecanismo implacable, desaparecido antes de la ejecución, roto los cordones de agentes.”

“Que, al menos en un caso, la rueda se había detenido, que en esa premeditación insoportable, el azar y la fortuna una vez tan sólo habían cambiado algo. ¡Una vez! En un sentido creo que eso me hubiera bastado. Mi corazón habría hecho lo demás. Los periódicos hablaban con frecuencia de una deuda contraída con la sociedad. Era necesario, según ellos, pagarla. Pero eso no habla a la imaginación. Lo que importaba era una posibilidad de evasión, un salto fuera del implacable rito, una loca carrera que ofreciese todas las vías de la esperanza. Por supuesto, la esperanza era ser abatido en la esquina de una calle, en plena huida, de un tiro al vuelo. Pero considerándolo bien, nada me permitía ese lujo, todo me lo negaba, y volvía a ser presa de la mecánica.”

La muerte aquí será el evento que lo saque tanto al él de su indiferencia ante el mundo como del mundo ante él.

A veces los gritos de odio son un aliciente, desgraciadamente es improbable volver atrás, cambiar las cosas.

No hay añoranza de un tiempo pasado, pues no es melancólico lo que explica los regresos y no es a partir de ahí que habría que entenderlo si no a partir del tedio.

El tedio se define, en primer término, en virtud del presente, o mejor: el tedio no posee ni pasado ni futuro, en tanto que la melancolía se caracteriza por la añoranza de un tiempo pasado (o posiblemente de un futuro que esperamos se produzca)

En su libro La repetición Kierkegaard sostiene que el melancólico es aquel que vive en la rememoración, es decir, alguien que reproduce retrocediendo, mientras que “la verdadera reproducción tiene lugar hacia delante” “la auténtica reproducción es trascendencia” para Kierkegaad, que conduce hacia la felicidad.

Por el contrario el tedio es inmanencia pura, siguiendo con Kierkegaad, afirma que o bien la reproducción es imposible, o la vida se descompone en material vacío, sin contenido.

No se puede negar que vivimos llenas de afecciones y sí que podemos recobrar alguna, es el caso de la magdalena mojada en el té de: En busca del tiempo perdido. Vol. I, Por el camino de Swann de Proust. Aunque en este sentido escribe:

“Y así sucede también con nuestro pasado. Es trabajo perdido intentar evocarlo, todos los esfuerzos de nuestra inteligencia resultan inútiles. Está oculto fuera de su dominio y de su ámbito, en algún objeto material (en la impresión sensorial que dicho objeto podría proporcionarnos) que ni siquiera sospechamos. El que encontremos o no dicho objeto antes de morir, depende del azar”

Así, sin previo aviso, mediante una evocación involuntaria, una afección del pasado puede despertar en nosotros.

Podemos esperar largo tiempo, un instante que no llegará jamás, es así con los personajes de Beckett, los cuales van adquiriendo una perdida de sentido y de una ausencia de metafísica que no es capaz de dar sentido alguno. Solo existe el tiempo, demasiado tiempo, en un universo en el que nada sucede. Se puede evitar la espera del instante; sin embargo es una ambición que se resiste a cumplirse del todo:

“Querría, el llamado espíritu que desde hace ya tanto tiempo ha perdido toda capacidad de querer. El mal llamado espíritu. Por el mal llamado instante. A fuerza de querer tanto tiempo, todo querer arrebatado. Querer largo tiempo en vano. Y seguiría queriendo. Vagamente, en vano, seguiría queriendo. Más vagamente aún. Vagamente, vanamente, querría que el querer fuese el minímo. Mínimo de querer imposible de minimizar. El vano mínimo de seguir queriendo, imposible de apaciguar.

Querer que todo desaparezca. Que desaparezca la falta de claridad. Que desaparezca el vacío. Que desaparezca el querer. Querer en vano que querer en vano desaparezca”

Difícilmente podría entenderse como una decisión el perder, la decisión fue difícil, no fue cuestión de ego, sería muy pretensioso verlo desde esa perspectiva. Simplemente no había que regalar, aún no hay mucho que ofrecer, es mejor alejarse, al no encontrar armonía ¿salida fácil? De ninguna manera.

No cabe los perdones, las disculpas o los arrepentimientos, no siento ni pido nada de ello, simplemente las notas vuelven a ser dulces.

La nave vuelve a zarpar…


Te soñé desnuda antes de la evocación, presagio enternecedor, en el sueño no era yo quien se llenara de esa desnudez, no creo en los presagios del sueño, pero fue así.

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