Te ofrezco el beneficio de la duda, aún no sé para qué, pues es una duda con sabor a certeza, aquélla imposible de ocultar claro, bajo la negación delirante que raya en la estupidez.
Te ofrezco la certeza, aquélla que negaré, por qué es solo a partir de negarlo todo que puedo proceder adelante, negarme a mí, lo que siento y pienso, para a partir de ahí, afirmarme en lo que soy.
Ello tiene que ver también con una lógica propia de este espacio, de los nombres y referencias con los que se construye.
Así aludiendo también a esa lógica es que lo dejo por un tiempo, no puedo vertir aquí mis miserias, la escritura proseguirá pero ahora sin mostrarse, no se ve la necesidad, un poco por qué se enfocaran las energías en una sola dirección, pero sobre todo por que se ha perdido motivación, es necesario recuperar los sueños motor importante y la risa, aquélla que no es falsa.
He de confesar que me siento también miserable, esta mezquindad con la que a veces me conduzco ha creado una sensación extraña.
Reorganizar los pensamientos después de mantener un diálogo inexistente, con no se que lógica de la coincidencia, sentirme como el charlatán que no aburre por que ni siquiera es escuchado. Al final no quedó más que la risa trágica de saberse autoengañado.
Se necesitan recobrar las musas para propiciar cantos, aquéllos que no importan que sean escuchados pues nacen automáticamente de la felicidad. Vladimir Jankélevitch, en La música y lo inefable, al describir la no función de la música menciona que quién habla solo es un loco, mientras que quién canta solo, como el pájaro, sin dirigirse a nadie, está sencillamente alegre.
Ser como el pájaro entonces, pero por el momento es mejor callar.
Muchos se lo atribuyen a Homero pero hasta hoy se desconoce el autor.
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