Las estrellas de los caleidoscopios en las que los hombres contemplan su propio cuerpo sirven también para medir el cosmos, para dividirlo y clasificarlo. Las cualidades y los esquemas se sobreponen, y la similitud conceptual es vía de pretendidos conocimientos. La mierda, al ser nombrada, se convirtió en símbolo.
Alfredo López Austin
Los hombres hacían sufrir mucho a los perros, y éstos decidieron enviar su queja a Tláloc. Eligieron a un valiente mensajero y le entregaron la carta. Como el mensajero tenía que defenderse en el camino, no la podía llevar en el hocico. Hicieron rollo la carta y se la guardaron en el culo.
El perro mensajero jamás volvió. Ya los perros no saben como era. Ahora todos se revisan el culo cuando se encuentran, en busca de la contestación del dios
Mito de perros. Nahuas de Zongolica, Veracruz.
No hay nada que evidencíe más a la ciudad, que las lluvias, si bien los terremotos suelen por lo general marcar a las ciudades y a partir de ahí implementar sistemas de Protección Civil novedosos y más seguros, la lluvia fenómeno tan cotidiano suele mostrar las deficiencias urbanas, inocultables.
He empezado a creer, que la desigualdad en México no debiera medirse a partir de la mala distribución de la riqueza, sino de la mierda.
¿Por qué castigas a tus hijos más fieles? ¿O fue la pretensión la castigada? Por pensar que sólo frutos dorados se producirían, equiparar al Edén del cual nos desterrastre y así como regalo o cómo castigo inundas sus calles de excremento. Prefieres callar, pero conozco esa sonrisa, la he visto antes.
Hay palabras o frases, que repente suelen venir y presentarse de forma cotidiana durante un espacio de tiempo considerable, la "mierda" últimamente ha hecho su aparición como concepto, sustantivo o símbolo en los últimos días, concluyo al salir de la presentación de un libro que habla sobre ella y detenerme en el cruce de Reforma y Juárez, aspirando el olor fétido que por lo regular se percibe en este cruce abajo del Caballito de Sebastián. También se puede conocer y recordar a una ciudad por sus olores.
Bajo estas acotaciones escatológicas, de repente y extrañamente la obra Puerta 1808 de Felguérez me parece desproporcionada y la fuente multicolor un poco ridícula, experimento una sensación de náusea, que ya no sé si es momentánea o permanente. Así, caminando de forma rápida sobre la Alameda Central un tanto evitando el olor y a la gente, sin detenerme enfrente del Palacio de Bellas Artes donde la sensación se incrementa, doy un respiro en Madero, una cerveza de viernes en la noche no caería mal, pero un dolor de cabeza ocasiona que mi único deseo sea volver a casa. Mala opción.
Tomar el metro no siempre es lo más efectivo para trasladarse en esta ciudad, una parálisis de la línea tres, crea histeria y desesperación en la gente, los primeros informes dan noticia de dos sujetos baleados en la estación Balderas por causas poco claras, al parecer la libre expresión vía vandalismo oprimida, o los quince minutos de fama con los que soñamos. Así, héroes y víctimas circunstanciales.
Esta ciudad a punto del colapso, al borde de la histeria ha visto cosas que no había presenciado, pero así como se urbaniza de forma desproporcionada, la reproducción de hechos igual lo hacen de manera ilógica, intrascendente y absurda, cómo todo lo que últimamente presenciamos en México, dónde un personaje bonachón y de volumen frondoso, llama a recortes y ajustes, donde lo popular ya no lo es tanto si va contra intereses de grupo.
En un país de terroritas con bombas de plástico y de repúblicas de chocolate, donde todo puede pasar, pero nunca pasa nada, he dejado de equiparar mi probabilidad de faltar a una cita con la posibilidad de que me caiga un avión encima, un tanto por respeto para áquellas que sin deberla, pero sobre todo por que las probabilidades van en aumento y he de encontrar alguna otra cosa improbable de sucerder, imposible. Me invade un ansia de salir con la pistola de juguete y a la Adán García dirigirme al banco, no a cualquiera, a ese que manda despertarme, en la parte álgida del sueño, donde todo ha de ser desbordado o donde todas las verdades van a ser reveladas; para recordarme mi morosidad en tipo culposo, hacerme jurar y perjurar que mis cuentas pendientes serán canceladas por la tarde, tanta ingenuidad me perturba.
Observo los rastros del café en la taza, buscando alguna señal, algún mensaje, nada. Desvío la mirada hacia mi abdomen que ha crecido por la noche, debo de evitar estas cenas, me provocan sueños tan raros. Dejo la pistola en el buró y vuelvo a la cama, mis olores matutinos me reconfortan.
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