Lo encontré hace ya más de diez años en mi televisor, protagonizaba una serie donde el kung-fu era el eje. No era el típico guerrero megamamado recetando madrazos, quizá todo lo contrario, pero su figura ya gastada derrochaba serenidad, los pasos siempre lentos, tranquilos y sin prisa contravenian a lo que se pudiera esperar de una serie donde los golpes son el principal ingrediente.
No encontré al gurú, la serie acabó sin la mayor trascendencia, no es que no fuera importante, pero las enseñanzas orientales ya me inquietaban desde unos años atrás, aunque faltaría mucho para el tao, así, no encontré nada nuevo, solo entretenimiento por las noches, aunque la figura de Carradine persistió.
Lo re-encontré años después a partir del ojo de Tarantino, si bien más cruel, la serenidad persistía y la figura avejentada que descubrí años atrás permanecía radiante.
No veo la necesidad de conseguir sus series, o sus películas mal logradas en México, volver a ver Kill Bill, lo que siempre es un placer; esa figura siempre persistirá no importando el empaque en que se me presente.
Así puedo imaginar la escena a partir de lo leído en los diarios, no veo la necesidad de buscar imágenes por la red, he oído varias especulaciones sobre las causas de la muerte, sobre prácticas sexuales que pudo llevar a cabo. Sin embargo sé que aún allí en lo fatal encontraré la serenidad que siempre me irradió, a pesar de que siempre fué simplemente un ser como cualquier otro o lo fué sólo al momento de su muerte.
Dice el libro:
"Ser uno con el Tao es perdurar para siempre.
Alguien así estará seguro y completo
incluso tras la disolución de su cuerpo"
¿Qué tanto se acercó en vida al libro? No lo sé, pero la aproximación ya es una ganancia.
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